¿Y… esto es arte? Es la pregunta más recurrente –y que generalmente no se verbaliza por temor a ser tildado de ignorante– cuando se asiste a una exposición “rara”, repleta de artefactos que no tienen un sentido aparente y que muchas veces se perciben grotescos y de dudoso gusto. Pinturas y esculturas de formas y colores arbitrarios por las que uno no pagaría un céntimo y que incluso provocan desagrado contemplarlas. Lo paradojal es que hay personas e instituciones que hacen lo imposible para adquirir estas “obras de arte” y que desembolsan cantidades de dinero que uno podría considerar obscenas. Para ser más explícito, en febrero de 2010 una escultura de Alberto Giacometti se transformó en la más cara de la historia cuando un coleccionista se la adjudicó en una subasta por 104,3 millones de dólares. ¿Delirio o precio de mercado?
Para la tranquilidad de los lectores, este libro está lejos de ser una guía para dummies o algo por el estilo. Por suerte, es mucho mejor que eso. Sarah Thornton, la autora, se sumergió a fondo en este extravagante mundo de artistas, marchantes, coleccionistas, curadores, críticos y subastadores de obras. Y gracias a Dios vivió para contarlo. Con todas sus letras: el material recopilado es una delicia y una revelación para los que quieran conocer con detalle el arte contemporáneo que, según los involucrados, está en pleno auge.
Siete días en que Thornton, socióloga y licenciada en Historia del Arte, visitó sitios clave y asistió a los eventos más trascendentes de este universo con leyes propias. Pero eso sí, es el lado más glamuroso del arte actual, en ese donde no se conocen las penurias. Arte y artistas del Primer Mundo. Creadores, como el nipón Takashi Murakami, que tienen talleres en distintas ciudades del globo y un séquito de colaboradores a tiempo completo; periodistas que un día asisten a una exposición en Japón y al siguiente tienen que tomar un vuelo directo a Londres, porque en esa ciudad está la muestra más “in”, aquella que ninguno puede dejar de ver. Una gran “familia”, en que sus integrantes son casi todos rostros conocidos –coinciden en ferias, bienales, galerías y fiestas–, pero disfuncional al fin, porque la competencia es a muerte: por conseguir el reconocimiento del público y la crítica, por hacer las mejores apuestas pensando en el futuro, por saber comprar y vender en el momento preciso y cuándo arriesgarse con un artista emergente.
El libro se divide en siete largas crónicas. Abre los fuegos aquella titulada “La subasta”, en donde la autora describe un día completo en la afamada casa de remate Christie’s. El relato es sencillamente notable, detallado hasta el paroxismo (todo sirve para conformar el retrato macro) y con sabrosos toques de humor. Sarah Thornton, en esta primera parada de su recorrido, hace gala de una capacidad de observación que ya se la quisiera el más aventajado periodista. ¿El resultado? Por lejos, lo mejor de este volumen. El lector interesado con toda seguridad se sentirá tentado a subrayar el texto, porque en definitiva la cantidad de información que se ofrece es copiosa, atractiva y relevante. Cada párrafo es aprendizaje en estado puro.
El capítulo inicial deja la vara excesivamente alta, pero eso no quiere decir que los siguientes sean desdeñables. La autora se pasea por una Crit (seminario donde los estudiantes de arte presentan su trabajo para una crítica colectiva); asiste a la Feria de Arte en Basel (Suiza), la más importante del área; le sigue la pista a los postulantes al prestigioso premio Turner; conversa con los editores y críticos de la revista considerada como la más influyente, Artforum; visita en terreno al artista japonés Takashi Murakami; y culmina su viaje en la ciudad italiana de Venecia, sede de la más famosa bienal de arte.
Siete días en el… es una parada obligatoria para los que quieran conocer el lado más brillante del arte contemporáneo. Insisto, aquí no hay dramas ni historias lacrimógenas de artistas sumidos en la miseria, que sólo viven para crear y están ajenos a los dictámenes del mercado (a lo Vincent van Gogh). Queda pendiente, entonces, un retrato del lado B del arte que haga un natural contrapeso a la experiencia acotada, pero sumamente lúcida de este libro que entretiene como el mejor bestseller y cuya lectura, por suerte, no tiene nada de elitista.
Puntuación: ****
Editorial Edhasa. 251 páginas. Autora: Sarah Thornton.
Bonus track.
• Lo dice un editor de una importante publicación de arte: “El 95% del arte contemporáneo no puede ser tomado en serio”.
• El artista sin duda es importante, pero el marchante es decisivo.
• Los museos desvalorizan el arte, porque sacan las obras del mercado.
• Existe una natural diferencia entre acumular y coleccionar arte.
• El arte es una mercancía, una propiedad, un bien. En una subasta se puja por comprar obras.
• Lo peor que le puede suceder a una obra de arte en una subasta: que no se venda. Es decir, que no alcance el precio de reserva del vendedor. Indigno.
• Casi no se lee la crítica de arte. Una buena obra es ilegible: habla por sí misma.
• Una subasta es democrática, mientras que negociar con los marchantes implica listas de espera “obscenas” con artistas de producción limitada.
• En el arte los chismes influyen más que los acontecimientos político-económicos y sociales.
• El machismo también se hace presente en el arte, quizás porque un gran porcentaje de coleccionistas son hombres. Los cuadros de mujeres a menudo son subvalorados y eso se nota en los precios.
• Razones de los coleccionistas para vender: deceso, deuda y divorcio (las 3 D).
• Los artistas no van a las subastas porque les gusta mantenerse “puros”. Si alguno asiste, es un papelón a nivel social.
• Dato notable: “Cualquier cosa que supere la dimensión estándar de un ascensor de Park Avenue deja afuera a un cierto sector del mercado”.
• Las subastas dan la sensación de que, la mayoría de las veces, las obras se van a vender. Dan la ilusión de liquidez.
• El mundo del arte es refinado y hasta los heterosexuales parecen amanerados.
• Los galeristas importantes no le venden una obra al primer interesado. Hay, generalmente, una lista de espera en donde se impone el que tiene el mayor prestigio.
• Los curadores destacan por la justificación académica de la obra de sus artistas. Te acercan a una obra que de otro modo no mirarías.
• Lo que más interesa a los periodistas: los artistas que venden a precios altos y los que ganan premios.
• La revista “Artforum es el arte lo que Vogue a la moda y Rolling Stone al rock and Roll”.
• Ejemplo de un curador que adora la obra de su pupilo (Murakami) y cae en éxtasis cuando observa una de sus esculturas (Oval Buddha): “Dentro de quinientos años le van a rezar a esta cosa”.
• El precio de mercado en la Bienal de Venecia lo determina la cantidad de invitaciones a fiestas.
• La creatividad según estudiantes del Instituto de Artes de California (CalArts): “Es un cliché acaramelado que usan las personas no involucradas profesionalmente con el arte”.